Le tengo una fascinación especial al diseño de indumentaria que, a partir de la tradición, recrea nuevos conceptos.
El mundo de la aviación no se sustrae a esta corriente, de modo que desempolvando un poco los archivos de nuestra historia aeronáutica, he hallado dos instancias en las que se manifiesta este estilo, más que tendencia:
Los cincuenta no fueron precisamente años en los que el valor hacia nuestras raíces fuese preponderante para la mayoría de peruanos, muy por el contrario, la admiración hacia lo foráneo era lo que prevalecía, los precursores del indigenismo y sus seguidores conformaban un grupo aún en crecimiento. Sin embargo, es de subrayar el enfoque de los diseñadores de uniformes de las hostesses de APSA.
Partiendo del traje típico de las mujeres de Chinchero, Cuzco, rescataron la preciosa montera colorida y la mantuvieron intacta, para proceder a recrear sobre la base de la chaqueta, respetando las cintas de colores y, a la vez, siguiendo las líneas que estaban en boga, influenciadas, claro está y como para no dudarlo, por la inigualable Jackie Kennedy: manga 3/4, hombro pequeño, largo a la cadera y minifalda. ¡Los guantes de cuero, una preciosidad! y rematábamos con zapatitos taco gatito con correa sobre el empeine. Cartera con mango al antebrazo, nécessaire….Eran épocas glamorosas, en las que había que pasar por la peluquería antes de volar y te ibas con todas las pieles y el oro encima.
Cincuenta años más tarde, WayraPeru tomó el concepto costeño del Chalán para incorporarlo a nuestros uniformes. Como el charro mexicano, el chalán nos transporta a los entornos de campo, a los caballos, a la cría del caballo de paso. La diseñadora Claudia Bertolero volcó el atuendo masculino y lo tornó mujeril, creó la colección que incluía un traje dos piezas rojo, con chaleco y pantalón, una delicada blusita color perla, zapatos y cartera de cuero marrón, hiper cómodos y fachosos, un carry-on rojo y las vedettes: poncho color mostaza, pañuelo rojo al cuello y un sombrero de fina paja que era una real belleza. Dicen que el diseño original era un sueño, con abrigo bordado y demás chiches que la practicidad sustrajo. Aun cuando el poncho estaba elaborado en poliéster, textura harto alejada del lino o lana originales, de vuelta por motivos presupuestales, nuestro periplo camioneta-avión era interminable: todos nos pedían fotos. Siempre bromeábamos diciendo que cobraríamos un dólar por instantánea.
Me encantará elaborar una reseñita fashionista cuando alguna línea aérea se anime a utilizar nuestro vastísimo legado oriental para crear belleza, que es el que falta, pues ya hablamos de Costa y Sierra. Material hay por montones, imaginario hay de sobra. A quién no le gustaría ser bendecida por la Roni-wano.
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